miércoles, 27 de octubre de 2010

Mots et Mots

( Muro en Palestina, entre Palestina y Israel )

Todo es un juego de palabras. Todo lo que creemos cierto, nuestra cultura, nuestros límites, leyes, imposibles y posibles, son palabras. Mots et Mots. Reinamos con sustantivos y dividimos con adjetivos. Con simples palabras aceptamos y creamos divisiones. "Otro" y "Nosotros" han sido las bases de todos los conflictos que han forjado la historia. Las débiles mujeres, el avaro judío, el simple negro, el vengativo musulmán, los pobres africanos. Todo aceptado y internalizado.

Aceptamos estas estructuras inexistentes como verdades y por ello intocables.

En un simple conjunto de palabras "Clase pobre" aceptamos la existencia de individuos que nacen destinados a la muerte debido al olvido. Al olvido causado de la hambruna, enfermedades, indiferencia. ¿Y la Democracia? Para ciudadanos. ¿Ciudadanos? Solo algunos. ¿Quienes? Quienes poseen la palabra y inventan el lenguaje. ¿Los demás? En silencio y ausentes.

Se intercambian oraciones a lo lejos sobre la "clase pobre", se define con argumentos las causas de la "clase pobre", se escriben artículos sobre su "estado" de "clase pobre". Pero en todas estas discusiones, poesías y tertulias se olvida un elemento. Un simple y sencillo factor. Son personas. Y lo aceptamos. ¿Donde esta la furia de la razón sobre esta indiferencia? ¿Porqué uno no actúa en contra de ello con fervor? Porque "Las palabras son cómodas coartadas" como resumia con certeza Simone de Beauvoir.

Desde Platon, pasando por Marx y remarcado por Nietzche se ha argumentado sobre nuestra realidad siendo parte de una estructura creada por nosotros mismos. Nietzche remarca con la frase "Las verdades son ilusiones de las que se han olvidado que lo son" haciendo referencia a la poesía del lenguaje pero las cadenas que instaura.

Sin embargo, a pesar de este universo simbólico creado por un juego de palabras, surge, a la vez, la posibilidad de un cambio. Todo es relativo y por ello posible de ser modificado. Ciertas palabras pueden ser despojadas de su etiqueta de quimeras imposibles (igualdad y libertad) y otras olvidadas (pobreza, egoísmo, indiferencia, etc).

¿Porqué no se realiza? ¿Será demasiado pedir la realidad? ¿Hemos vendido nuestra alma a un precio que avergonzaría a Dante? ¿Es un imposible?. No lo sé, lo único que sé, es que también soy culpable de esta poética realidad de algunos.

JavierEM

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